19 junio 2020

Los “sobreprecios” en contratación pública y el covid-19: Más allá de lo evidente

covid-19

Con la pandemia “los criterios de compra, dieron paso a los criterios de venta”, es decir que es el “vendedor COVID” el que impone las reglas de juego, porque hay millones de compradores dispuestos a comprar y muy pocos proveedores con capacidad de abastecer esas demandas. Sustento mi hipótesis en que hay países con mucho dinero que no pueden comprar y que, en ciencia económica, los productos valen lo que el comprador está dispuesto a pagar por ellos, cuyos precios suben cuando esos productos son escasos.

 

Por lo tanto, la subida de precios de los productos de emergencia sanitaria no puede tener como único origen la corrupción denunciada de forma general, sino que estamos frente a otro escenario en donde hay una demanda que supera con creces la oferta productiva, lo cual nos obliga a mejorar, fortalecer y consolidar los procesos de compra, para aglutinar compradores que hagan frente común en la búsqueda de precios al por mayor y por grandes cantidades, que elimine la cadena interminable de revendedores y comisionistas. A la par, hay que buscar mecanismos de autoabastecimiento, pues de la globalización económica, hemos pasado a un “sálvese quien pueda” con fuertes medidas de proteccionismo nacional asociado.

 

I ANTECEDENTES 

 

Con la pandemia se disparó la demanda de mascarillas, guantes, batas quirúrgicas, ventiladores, etc., que se convirtieron en productos escasos y como tales, muy valiosos (el 85% de hospitales en el mundo tiene problemas de abastecimiento).

 

Los gobiernos, obligados a abastecer esta demanda, deben hacer procesos de contratación pública y en unos países más que en otros afloran denuncias de aparentes sobreprecios.

 

El “rasgarse las vestiduras”, los “shows mediáticos”, los gritos de “yo no fui”, “o no lo sabía”, “la culpa es del otro”, se cruzaron con voces agoreras de una sociedad “podrida sin remedio”, presuntamente inundada de “parias” y “apestosos sociales”, con un clamor de “cárcel para todos”.

 

Sin descartar que podemos estar afectados por un deterioro moral profundo que causa repugnancia (ratificado porque ante la primera sospecha los “implicados echaron la culpa a otros, o huyeron”), considero que la corrupción no es la única causa del incremento de los precios de los productos de emergencia sanitaria.

 

Al respecto, tal vez puedo ser una de las primeras o quizá la única experta en Contratación Pública que adopta un criterio más allá de lo “evidente” y que se “aleja” de la corriente de pensamiento general (no será la primera vez que eso ocurra), ello se produce por la “ventaja” que tengo al poder combinar la practicidad que me da mi rol de empresaria del mercado real junto con la agudeza intelectual que me genera mi pasión académica (es decir no hablo solo desde la teoría, sino desde la evidencia del mercado en el que me desenvuelvo).

 

II HIPÓTESIS Y JUSTIFICACIÓN: “Los criterios dieron paso a los criterios de venta” 

 

Mi hipótesis es que con la pandemia “los criterios de compra, dieron paso a los criterios de venta”, es decir que es el “vendedor COVID” el que impone las reglas de juego, porque hay millones de compradores dispuestos a comprar y muy pocos proveedores con capacidad de abastecer esas demandas. Sustento mi hipótesis en que hay países con mucho dinero que no pueden comprar y que, en ciencia económica, los productos valen lo que el comprador está dispuesto a pagar por ellos, cuyos precios suben cuando esos productos son escasos.

 

Solo basta ver a los gobiernos de Alemania y Francia denunciando a Estados Unidos de América por la “confiscación” de productos ya comprados; al gobierno de España denunciando a Turquía por el mismo hecho; a Brasil viendo “perder” su avión de mercadería desviada de China a USA; a aviones de los gobiernos de Italia o Israel regresando vacíos de los aeropuertos chinos porque otros llegaron antes y pagaron más dinero por productos ya comprados; al gobierno de Perú desistiendo de ir a traer la mercadería comprada en China por miedo a que en el camino cualquier gobierno le confisque su mercadería; es decir no son especulaciones son casos comprobados.

 

EE.UU. y en general los países desarrollados solo tienen reservas que suponen no más del 1,5% de su demanda. Trump prohibió las exportaciones, a, igual que lo hizo Turquía, la India y otros países. Medtronic (Irlanda) incrementó en 40% su producción de ventiladores y Siare Engineering International Group (Italia) en un 1150%; Seat de España dejó de producir vehículos y pasó a fabricar ventiladores; pero esos esfuerzos a igual que las empresas textiles cambiando su giro para elaborar mascarillas, siguen siendo insuficientes frente a la brutal demanda global.

 

Por ello digo, que, a raíz de la pandemia, los vendedores imponen las reglas, los precios cambian en cualquier momento aún que se tenga un contrato firmado, son inaceptables pagos posteriores a la entrega. (Hay escenas escalofriantes en las que los representantes de gobiernos llegan a las fábricas y se llevan mercaderías que estaban pre vendidas, poniendo el dinero sobre la mesa, en una cantidad mayor y en efectivo; pues frente a un comprador desistido, hay millones de compradores ansiando ese mismo producto).

 

Si esta “guerra de las mascarillas” o de elementos de protección individual “EPIs” se dio entre gobiernos que “tienen plata”, imaginémonos a países como Ecuador, sin dinero para pagar ni por anticipado ni a veces después y en donde pensamos ingenuamente que cada entidad contratante puede hacer procesos de compra de “uno en uno”, armando todo un expediente y esperando que los vendedores les den precios de “mayoristas” y privilegien la compra de “una mascarilla o de un respirador”, pensando que van a dejar de vender a quienes les compran grandes cantidades y con pagos anticipados.

 

En esa realidad, pudo aflorar “una cadena interminable de revendedores”, cada uno marginando su propia comisión y con un proveedor final que tiene el riesgo de vender al sector público, presentando su oferta, esperando la evaluación, adjudicación, firma del contrato y posterior -o tardío- pago, sin descartar que en el camino aparezcan las denuncias de aparentes sobreprecios, porque así como afloraron en la pandemia los “que se creen expertos por haber accedido a una entrevista o haber dado unas conferencias por zoom”, también aparecieron los “expertos en estudios de mercado”, que comparan los precios de venta con los vigentes antes de la pandemia o los precios al por mayor.

 

III DE LA GLOBALIZACIÓN ECONÓMICA A UN FUERTE PROTECCIONISMO NACIONAL: Cultura de prevención y autoabastecimiento más compras regionales consolidadas

 

La pandemia implicó quizá el fin de la globalización económica, al menos de la manera que la conocíamos y dio paso a un proteccionismo nacional fuerte en donde suena un “sálvese quien pueda” que implicará que saldrán “mejor parados” los países más ricos y en cuya realidad los países menos desarrollados -como los de América Latina- deberíamos adoptar medidas preventivas para evitar el contagio del virus y buscar mecanismos de auto subsistencia productiva, intentando consolidarnos en un solo frente de compra regional para ser atendidos en el escaso mercado de abastecimiento.

 

El relajo y lo que causa sospecha es que los políticos cuestionados se enredan en un discurso poco convincente, sin analizar aspectos como los que pretendo señalar en este artículo, lo cual haría sospechar que pueden tener “rabo de paja”.

 

Sin perjuicio de ello, creo que el solo hecho de pedir “cárcel para todos”, no logra solucionar una crisis que viene para quedarse por largo tiempo.

 

De ahí que, se deba incrementar la transparencia, la ética en el manejo de los recursos públicos, sin olvidar que tenemos una nueva realidad de fuerte escasez de proveedores y una avalancha “inmisericorde” de compradores con plata para intentar cuidar su vida; de la cual podremos intentar salir bien parados solo si propiciamos frentes de compra consolidados que agrupen requerimientos y eviten una cadena interminable de revendedores y comisionistas.

 

Si no logramos ello y seguimos propiciando la cultura del escándalo mediático (con denuncias por todo y muchas veces sin fundamento, con políticos huyendo por caer en sus propias trampas o en las de su contrincantes) inundará la cultura del miedo no solo al contagio del coronavirus, sino que caeremos en el error de “penalizar todo”, de tener inundadas las cárceles como “venganza colectiva” y además, ahuyentaremos a proveedores honestos que ante el miedo al escándalo y a la afectación de su buen nombre y reputación, preferirán alejarse del mercado público, dejando ese ámbito como “tierra de nadie”, o más bien de aquellos que no les importa vivir del escándalo ni les importa su buena reputación ni su buen nombre.

 

¡Una gran tarea a cumplir!

 

Inés María Baldeón

Colaboradora de EUDE Business School

No hay comentarios

Melany Racines

24/06/2020
Excelente artículo,nos da un amplio punto de vista y otros aspectos a considerar, felicitaciones.

Inés María Baldeón

24/06/2020
Muchas gracias por permitirme formar parte de este blog.

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